jueves, 20 de septiembre de 2012

Dichosos los que NO vieron y creyeron

Foto de una de las muchas capillas de adoración perpetua con el Santísimo Sacramento en San Salvador, El Salvador.


Estoy leyendo un libro que me regalo hace poco una gran amiga del alma. Se llama “El poder de la Eucaristía” (cartas de Monseñor  Josefino Ramírez en Manila al Padre Tomás Naval).
En 1993, en el Congreso Eucarístico de Sevilla, España; el  Santo Padre, Juan Pablo II oró para que el “fruto” del congreso fuera establecer la adoración perpetua en cada parroquia y comunidad cristiana del mundo entero.
Monseñor le escribió al padre Tomás 30 cartas en las que le habla de que debe de haber una hora santa diaria y capillas de adoración perpetua en todos lados; habla de los frutos y poder que se obtienen al dedicarle a Jesús vivo en la eucaristía una hora diaria. El Padre Tomás comparte con todos estas cartas en éste libro para que veamos lo grande y majestuoso que es el Señor. Hoy yo les quiero compartir parte de la primera carta del libro que me pareció extraordinario, cada carta que leo me aseguro del gran milagro que es tener a Jesús sacramentado. Él sigue vivo, esperandonos a que lo visitemos y creamos en Él.
El 3 de julio de 1993 (fiesta de Santo Tomás apóstol) le escribe Monseñor al padre Tomás lo siguiente:
A Santo Tomás se le llamo “el incrédulo” porque el tenía que ver los agujeros de los clavos en las manos de Jesús para creer que había resucitado.
¡Hoy, “Tomás el incrédulo” es aquel que no cree que el Santísimo Sacramento es Jesús, nuestro Salvador Resucitado, con todo el poder de su Resurrección que derrama gracias abundantes sobre todos aquellos que se acercan a su divina presencia!.
Muchos dicen que creen en su presencia Eucarística. Pero la fe es mucho más que una afirmación intelectual. La fe es inseparable del modo de actuar. Si creemos que Jesús está presente en el Santísimo Sacramento, entonces actuemos de acuerdo a nuestra creencia. Vamos a Él, nos acercamos a Él, corremos hacia Él. “La fe es garantía de lo que se espera; la certeza de las realidades que no se ven” (Hb 11, 1).
Si pudieras ver a Jesús en el Santísimo Sacramento, Tomás, ¿No reservarías una hora todos los días para estar con Él?. Si pudieras verlo como realmente Él es, ¿No tendrías adoración perpetua en tu parroquia?. Sería imposible…porque el mundo entero vendría día y noche a verlo y a estar con Él.
Imagínate lo que sucedería si Jesús se hiciera visible en el Santísimo Sacramento en tu parroquia: todo el mundo querría tomar el primer vuelo hacia allí. Y ¿No le diría Jesús, a cada uno, lo que le dijo al apóstol Tomás: “Porque me viste creíste. Dichosos los que no han visto y creyeron” (Jn 20, 29).
Él quiere que vayas a Él por la fe para que por toda la eternidad te pueda llamar “DICHOSO”.
Jesús en el Santísimo Sacramento, quiere darte la plenitud de su gracia por venir a Él por la fe. Por eso es mucho mejor que Él no te muestre sus llagas visibles, como al apóstol Tomás, porque Él quiere derramar sobre tí las gracias invisibles de estas llagas con todo el mérito, toda la gloria, la belleza y el amor salvífico que emanan de ellas.
Con cada hora santa que hagas, le estás diciendo a Jesús: “Señor mío y Dios mío” (jn 20, 28). Y cada vez Él te dice: “Dichoso eres porque no has visto y creíste”.
Foto tomada el año pasado en ciudad de San Miguel, El Salvador. Durante una noche de misa con el Santísimo Sacramento.

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