¿Hay que llevar a los niños pequeños a misa aunque lloren? Un sacerdote responde con argumentos | |||
Educar desde pequeños con fe, paciencia | |||
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martes, 28 de enero de 2014
¿Es bueno llevar a niños pequeños a misa?
martes, 21 de enero de 2014
Oración pidiendo la armadura de Dios (versión 2)
Padre Celestial, yo ahora, por la fe, pido la protección de tu armadura para que pueda permanecer firme contra Satanás y todas sus huestes y, en el nombre del Señor Jesús, vencerlas.
Yo acato tu verdad contra las mentiras y los errores del enemigo astuto.
Yo tomo tu justicia, para vencer los malos pensamientos y las acusaciones de Satanás.
Yo tomo el equipo del Evangelio de la paz y dejo la seguridad y las comodidades de la vida para combatir al enemigo.
Y, por encima de todo, tomo tu fe para cerrar el camino de mi alma a las dudas e incredulidades.
yo tomo tu salavción y confío en Ti, para que protejas mi cuerpo y mi alma contra los ataques de Satanás.
Yo tomo tu palabra y oro para que el Espíritu Santo me capacite para usarla eficazmente contra el enemigo, para cortar toda esclavitud y para librar a todo cautivo del enemigo, en el poderoso y conquistador nombre de Jesucristo, mi Señor.
Yo me visto con esta armadura, viviendo y orando en completa dependencia de ti, bendito Espíritu Santo.
¡AMÉN!
Oración La armadura de Dios
Me pongo el casco de la Salvación en la cabeza, y llevo mi mente a la cautividad de Nuestro Señor Jesucristo. Someto mi voluntad a la tuya, y ruego porque tu Voluntad Perfecta se haga en mí.
Me pongo el casco de la Salvación sobre los ojos para ver con los ojos de Jesús.
Me pongo el casco de la Salvación sobre la nariz, para participar de las fragancias de Nuestro Señor Jesucristo y yo sea agradable a El.
Me pongo el casco de la Salvación sobre las orejas, para escuchar la Voz del Señor, y solamente obedecer su voz.
Me pongo el casco de la Salvación sobre la boca, para que las palabras de mi boca y las meditaciones de mi corazón, sean agradables a ti ¡Oh Señor, mi Fuerza y mi Redentor!
Me pongo la coraza de la rectitud sobre el corazón, y te doy gracias por esta vestidura, porque yo no tengo ninguna que sea mía.
Me pongo el cinturón de la verdad en la cintura, para pararme con seguridad, y fortalece al hombre en mi interior.
Me pongo las sandalias del Evangelio de la Paz, y me calzo los pies de la Plenitud del Evangelio, para ir a proclamar la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo.
Sostengo el escudo de la fe con la mano izquierda, para desviar las flechas incendiarias del Enemigo. Tu ¡Oh Señor, eres mi Fortaleza, mi valuarte, mi Redentor!, y a ti solamente acudo.
Empuño la espada del Espíritu con la mano derecha, que es más aguda que cualquier espada de dos filos, penetrando y discerniendo las intenciones del corazón.
Cúbreme con tu Preciosa Sangre, y crea en mí un corazón limpio, y no permitas que caiga la maldad sobre mí.
Erige un grueso escudo de fuego alrededor de mí, y no permitas que caiga sobre nosotros ninguna maldad.
Pongo a mi familia, a mis padres y hermanos, mi Comunidad y a mi mismo bajo la Cruz de Jesús y la Protección de su Sangre Preciosa, en el Nombre de Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Amén.
lunes, 20 de enero de 2014
Paz Interior
¿Quién se ha preguntado si tiene paz interior?
¿Sabes si tienes paz en tu interior?
Creo que ante las adversidades (que siempre están a la orden del día) la paz interior es lo que todos necesitamos. Para obtenerlo debemos de pasar por la prueba de conocernos primero, y para saber como obtenerla debes de aceptar que solo hay una manera verdadera de lograrlo y es conociendo a Dios.
Lo he visto, lo he vivido y por eso son los testimonios. Hay tanta desgracia en este mundo que ya deberíamos de estar locos de tanta pena y dolor ¿Sí? Pues por eso necesitamos a DIOS en nuestros corazones y alma para navegar sobre las penas.
No significa que ya no nos importe lo que sucede alrededor, si no que es poder y tratar de superar lo insuperable.
Primero: ¿Cómo obtenerla? Busca a Dios, acércate a Dios, pide ayuda en tu parroquia, con amigos, en la comunidad. Sabes que hay grupos de todo tipo donde tu te puedas sentir a gusto. Visita al Santísimo Sacramento, hazlo a diario si es posible, 5 minutos, por lo menos. Vete a un retiro espiritual; escucha alabanzas; ve ha charlas; lee la Biblia; reza/ora; ayuda al necesitado; date tiempo para admirar la naturaleza; comparte con tu familia.
Este es el primer paso, saber que hay alguien arriba que te dará ese empujón por medio del Espíritu Santo. ¡Necesitas la unción! ¡Abrir tu corazón y tu mente! Saber que DIOS todo lo puede.
Segundo: haz un gran examen de conciencia, búscate, conócete, perdónate, rétate a ser mejor persona cada día. Si no te das el tiempo de saber que quieres, donde vas, que te gusta, no te moverás del mismo lugar donde estas. La paz interior solo se consigue cuando somos capaces de comprendernos, aceptarnos y perdonarnos.
Este es el segundo paso, luego de aceptar a Dios, poco a poco te irás conociendo a ti mismo, te darás cuenta que tu camino debe de ser distinto. Buscarás ser mejor persona y con eso tus sentidos se irán agudizando por ver más allá de lo que está frente a ti.
Las penas se llevan mejor con Jesús. ¡ASI DE FACIL!, ¡ASI DE INCREIBLE! el mejor consuelo está en sus brazos. Y eso da paz y seguridad.
Verás que cuando sabes y conoces tus debilidades, reconoces tus errores y buscas a DIOS. Él te recibe con los brazos abiertos y te conforta y te soporta en todo momento.
Empiezas a vivir con paz interior, dejas que Él vaya guiando tu vida, que Él tome el control, que Él decida por ti y repítele: (para que tu entiendas) “Señor, que sea su voluntad”.
La paz interior si tu la quieres en tu vida, debes de actuar. Debes de perdonar lo que tengas que perdonar. El perdón es una decisión, no un sentimiento. El rencor es un sentimiento que muere con el perdón.
La paz interior es un gran regalo de Dios cuando tu decidas dar ese paso de fe y de amor.
lunes, 6 de enero de 2014
Poder de los nombres de Jesús y María
Palabras de Nuestro Señor Jesucristo a Sor Natalia Magdolna:
-Mira, hija mía, si tienes un gran pesar, y no puedes orar, si estás confundida acerca de algo, si estás lastimada, si te sientes apagada y no tienes fuerzas para nada, dime solamente con confianza y amor: “¡Jesús, Jesús!”. Entonces, oyendo mi Nombre, los ángeles, los santos y mi Madre Inmaculada, se postran ante Mí y me adoran y el infierno se cierra, ya que el infierno está también bajo el poder de Dios y debe inclinarse ante mi Nombre. En efecto está escrito en la Biblia que el cielo y la tierra deberán inclinarse ante mi Nombre. ¿No crees que el pronunciar mi Nombre es una oración poderosa?
-Si durante la oración, tú no puedes hacer más que pronunciar mi Nombre con amor y confianza; hazlo cada vez que respires, y así tú habrás rezado muy bien y podrás alcanzarlo todo.
Palabras de Jesús a María Valtorta:
“Cuando nuestro Enemigo trata de fastidiarte demasiado, di: “Dios te salve María, Madre de Jesús, me confío a ti”. El demonio tiene todavía más aversión del nombre de María que de mi Nombre y de mi Cruz. No lo logra, pero trata de dañarme en mis fieles de mil maneras. Pero solamente el eco del nombre de María le hace huir. Si el mundo supiera llamar a María, estaría salvado.
Por tanto invocar nuestros dos nombres juntos es algo poderoso para hacer caer rotas todas las armas que Satanás lanza contra un corazón que es mío.”
Y una de las formas en que podemos invocar estos dos Nombres es mediante el acto de amor: “Jesús, María os amo, salvad las almas”, que el Señor ha enseñado a Sor Consolata Betrone, prometiéndole que cada vez que se dice, salvamos un alma y reparamos mil blasfemias. He aquí la explicación más detallada:
Mensaje de amor que el Sagrado Corazón de Jesús lanza al mundo para salvarlo.
Mientras el mundo se atomiza y desintegra por el odio de los hombres y de los pueblos, Jesucristo quiere renovarlo y salvarlo por el amor.
Quiere que se eleven hacia el cielo llamas de amor que neutralicen las llamas del odio y del egoísmo.
A tal efecto, enseñó a Sor M. Consolata Bertrone un Acto de Amor sencillísimo que debía repetir frecuentemente, prometiéndole que cada Acto de Amor salvaría el alma de un pecador y que repararía mil blasfemias.
La fórmula de este Acto es:
“Jesús, María, os amo, salvad las almas”
Allí están los tres amores: Jesús, María, las almas que tanto ama Nuestro Señor y no quiere que se pierdan, habiendo por ellas derramado Su Sangre.
Le decía Jesús: “Piensa en Mí y en las almas. En Mí, para amarme; en las almas para salvarlas (22 de agosto de 1934). Añadía: la renovación de este Acto debe ser frecuente, incesante: Día por día, hora por hora, minuto por minuto”(21 de mayo de 1936).
“Consolata, di a las almas que prefiero un Acto de amor a cualquier otro don que pueda ofrecerme”… “Tengo sed de amor”… (16 de diciembre de 1935).
Este Acto señala el camino del cielo. Con él cumplimos con el mandamiento principal de la Ley: “Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”… y a tu prójimo como a ti mismo.
Con este continuo Acto de Amor damos a Dios lo más excelente: que es amor a las almas. Con esta Jaculatoria nos podemos comunicar constantemente con Dios. Cada hora, cada minuto, es decir, siempre que lo queremos. Y lo podemos hacer sin esfuerzo, con facilidad. Es una oración perfecta; muy fácil para un sabio como para un ignorante. Tan fácil para un niño como para un anciano; cualquiera que sea puede elevarse a Dios mediante esta forma. Hasta un moribundo puede pronunciarla más con el corazón que con los labios.
Esta oración comprende todo:
Las almas del Purgatorio, las de la Iglesia militante, las almas inocentes, los pecadores, los moribundos, los paganos, todas las almas. Con ella podemos pedir la conversión de los pecadores, la unión de las Iglesias, por la santificación de los sacerdotes, por las vocaciones del estado sacerdotal y religioso. En un acto subido de amor a Dios y a la Santísima Virgen María y puede decidir la salvación de un moribundo, reparar por mil blasfemias, como ha dicho Jesús a Sor Consolata, etc., etc.
“¿Quieres hacer penitencia? ¡Ámame!”, dijo Nuestro Señor a Sor Consolata. A propósito, recordemos las palabras de Jesucristo al Fariseo Simón sobre Magdalena penitente: “Le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho”.
Un “Jesús, María, os amo, salvad las almas” pronunciado al levantarse, nos hará sonreír durante el día; nos ayudará a cumplir mejor nuestros deberes, en la oficina, en el campo, en la calle, etc. Se pronuncia con facilidad, sin distraerse y con agrado.
Un “Jesús, María, os amo, salvad las almas”, santifica los sudores, suaviza las penas. Convierte la tristeza en alegría. Sostiene y consuela luchas de la vida. Ayuda en las tentaciones. Hace agradable el trabajo. Convierte en alegría el llanto. Fortalece y consuela en las enfermedades. Y trae las bendiciones sobre los trabajos y sobre las familias.
Un “Jesús, María, os amo, salvad las almas”. Ayudará a calmar tu indignación, a convertir tu ira en mansedumbre. Sabrás mostrarte benévolo al que te ofende. Devolver bien por mal. Conduce a efectos nobles; palabras verdaderas, obras grandes y sacrificios heroicos, iluminará tu entendimiento con luces sobrenaturales; estimulará el bien, retraerá el mal. Obtendrá el arrepentimiento al pecador; en el justo avivará la fe y le hará suspirar por la felicidad eterna.
Dios merece ser amado por ser nuestro Sumo Bien. Esta Jaculatoria es un dulce cántico para Jesús y María.
¡Cuán dulce es repetirlo frecuentemente! ¡Cuán agradable es avivar el fuego de amor a Dios!
Y habiéndolo pronunciado millares de veces durante tu vida, ¡cuán alegre será tu hora de la muerte, y qué gozosa volará tu alma al abrazo de Jesús y María en el cielo!
Dijo Jesús a Sor Consolata:
“Recuerda que un Acto de amor decide la salvación eterna de un alma y, vale como reparación de mil blasfemias. Sólo en el cielo conocerás su valor y fecundidad para salvar almas”.
“No pierdas tiempo, todo Acto de amor es un alma”. Cuando tengas tiempo libre y no tengas otra cosa que hacer, toma tu corona del Rosario en tus manos y a cada cuenta repite: “Jesús, María, os amo, salvad las almas”… En cuatro o cinco minutos habrás hecho pasar por tus dedos todas las cuentas y habrás salvado 55 almas de pecadores, habrás reparado por 55.000 blasfemias.
Dice San Agustín: “Quien salva un alma, asegura su propia salvación”, y quien salva centenares y millares y hasta millones de almas, con un medio tan fácil y tan sencillo, sin salir de su casa, ¿que premio no tendrá en el cielo?
Nuestro Señor le pedía a Sor Consolata que repitiera frecuentemente ese acto de amor hasta ser incesante, es decir, continuamente, porque continuamente van muchas almas al infierno porque no hay quién las salve… Repitamos todo lo que podamos este Acto de amor: “JESÚS, MARIA, OS AMO SALVAD LAS ALMAS”, para que sean muchas las almas que arranquemos al infierno para hacerlas felices eternamente en el cielo. Las almas que salvamos con este Acto de Amor, será un día nuestra corona de gloria en el cielo.
Cuando uno está ocupado con trabajos manuales, se puede repetir este Acto de Amor con la mente y tiene su mismo valor como lo dijo un día Nuestro Señor Jesucristo a Sor Consolata.
Y nosotros por qué no podríamos hacer lo mismo en lugar de perder un tiempo tan precioso en charlas inútiles; repitamos frecuentemente este Acto de Amor, y así acumularemos tesoros preciosísimos para el Cielo.
Los que se salvaron están en el cielo por haber amado a Dios. Los grados de gloria en el cielo se miden por la intensidad del amor que las almas practicaron en la vida.
Sólo entonces nos daremos cuenta de lo que vale un Acto de Amor y de su fecundidad en salvar almas.
Sor Consolata le pidió un día a Jesús: “Jesús enséñame a orar”. Y he aquí la Divina respuesta: “¿No sabes orar? ¿Hay acaso oración más hermosa y que sea más grata que el Acto de Amor?”
Jesús, María, os amo, salvad almas
La importancia de esta invocación, corta pero muy poderosa, se puede entender a través de las palabras que Jesús ha inspirado a sor Consolata y que nosotros leemos en su diario:
No te pido sino esto: un acto de amor continuo, Jesús, María os amo, salvad almas.
Dime, Consolata, qué oración más linda me puedes hacer? Jesús, María os amo, salvad almas: ¡amor y almas! Qué hay de más bello?
¡Tengo sed de tu acto de amor! Consolata, ámame mucho, solamente ámame, ámame siempre! Tengo sed de amor, pero de amor total, de corazones no divisos. Ámame tú por todos y por cada corazón humano que existe. Tengo tanta sed de amor. Apaga tú mi sed . Lo puedes . ¡Lo quieres! ¡Animo y adelante!
¿Sabes por qué no te permito muchas oraciones vocales? Porque el acto de amor es más fecundo. Un “Jesús te amo” repara mil blasfemias. Recuerda que un acto perfecto de amor decide la salvación eterna de un alma. Por lo tanto, ten remordimiento en perder un solo Jesús, María os amo, salvad almas.
Son maravillosas las palabras de Jesús que exprimen su gozo por esta invocación y, aún más, por las almas que con ésta podrán llegar a la salvación eterna. Esta promesa consoladora la encontramos muchas veces en la obra de sor Consolata, invitada por Jesús a intensificar y a ofrecer su amor:
No pierdas tiempo, porque cada acto de amor representa un alma. De todos los regalos, el mayor regalo que tú me puedas ofrecer es una jornada llena de amor.
Quiero un incesante Jesús, María os amo, salvad almas desde cuando te levantas hasta cuando te acuestas.
Jesús no podría ser más explícito y sor Consolata se expresa así:
Tan pronto como me levanto empezar enseguida el acto de amor, y, con fuerza de voluntad, no interrumpirlo más hasta que me acuesto por la tarde, rezando a mi Ángel de la Guarda que, durante mi sueño, rece él en mi lugar. Mantener este propósito constantemente renovándolo de madrugada y por la tarde.
Pasar bien mi jornada. siempre unida a Jesús con el acto de amor; Él transferirá en mí su paciencia, fuerza y generosidad.
El acto de amor que Jesús quiere incesante no depende de las palabras que se pronuncian con los labios, sino es un acto interior, de la mente que piensa en amar, de la voluntad que quiere amar y del corazón que ama. La formula Jesús, María os amo, salvad almas quiere ser simplemente una ayuda.
Y, si una criatura de buena voluntad me querrá amar y hará de su vida un solo acto de amor, de cuando se levanta hasta cuando se acuesta (con el corazón, bien entendido), yo haré, por esta alma, verdaderas locuras. Tengo sed de amor, tengo sed de ser amado por mis criaturas. Las almas creen que, para llegar a mí, necesitan una vida austera, penitente. ¡Ves cómo me transfiguran! Me hacen temible, mientras yo soy solamente Bueno! ¡Cómo olvidan el precepto que yo os he dado: “Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma, etc. “! Hoy, como ayer, como mañana, a mis criaturas pediré solamente y siempre amor.
¿Año nuevo, vida nueva?
¿Será así?
¿Cuántas personas diremos esto cada fin de año?
¿Lo cumplimos?, ¿Cuánto tiempo nos dura?
De verdad me pregunto ¿Cuántas vidas se vuelven nuevas?, ¿Cuántas creen que se puede?
Yo digo, ¡Porque no!
Pero, no lo veo tan literal como la expresión misma, pues “vida nueva” es muy difícil de lograr, no creo que es el caso para todos. Y va dependiendo de cada uno, de lo que uno mismo quiere lograr, ser o disponer.
No podemos cambiar nuestra vida pasada, pero si podemos visualizar una persona nueva, mejorada.
Quiero desearles a cada uno de ustedes, mis amigos de Caminando con Jesús de la mano, una vida nueva: corazones dispuestos a amar sin excepción; mentes dispuestas a perdonar sin rencor; almas abiertas a recibir a Dios, sin complejos, sin peros, con fe. ¡Dios está para todos!
Aprovechemos ésta vida que vivimos con dolores, penas, angustias, enfermedades, injusticias y más…entreguemos todo esto en los pies de Jesús bajo la cruz, para levantémonos con la cabeza en alto, positivos que la carga de la cruz ya no pesará y se llevará con paz y paciencia. Y cada vez que comience a pesar, volveremos a la cruz.
Aprovechemos ésta vida que vivimos con amores, alegrías, gozos, triunfos, y más…entreguemos todo esto en los pies de Jesús en la Santa Eucaristía, para dar gracias, para glorificar su triunfo de la muerte, por su sacrificio, por estar siempre con nosotros, vivo y esperando que compartamos con Él todos nuestros logros, desde lo más pequeño, hasta lo más grande.
Hagamos del 2014, un año diferente, un año con mucha bondad, positivismo, y como dice el Santo Padre, con creatividad.
Jesús es Misericordia y Providencia. Jesús es AMOR.
¡Feliz año nuevo!
¿Cuántas personas diremos esto cada fin de año?
¿Lo cumplimos?, ¿Cuánto tiempo nos dura?
De verdad me pregunto ¿Cuántas vidas se vuelven nuevas?, ¿Cuántas creen que se puede?
Yo digo, ¡Porque no!
Pero, no lo veo tan literal como la expresión misma, pues “vida nueva” es muy difícil de lograr, no creo que es el caso para todos. Y va dependiendo de cada uno, de lo que uno mismo quiere lograr, ser o disponer.
No podemos cambiar nuestra vida pasada, pero si podemos visualizar una persona nueva, mejorada.
Quiero desearles a cada uno de ustedes, mis amigos de Caminando con Jesús de la mano, una vida nueva: corazones dispuestos a amar sin excepción; mentes dispuestas a perdonar sin rencor; almas abiertas a recibir a Dios, sin complejos, sin peros, con fe. ¡Dios está para todos!
Aprovechemos ésta vida que vivimos con dolores, penas, angustias, enfermedades, injusticias y más…entreguemos todo esto en los pies de Jesús bajo la cruz, para levantémonos con la cabeza en alto, positivos que la carga de la cruz ya no pesará y se llevará con paz y paciencia. Y cada vez que comience a pesar, volveremos a la cruz.
Aprovechemos ésta vida que vivimos con amores, alegrías, gozos, triunfos, y más…entreguemos todo esto en los pies de Jesús en la Santa Eucaristía, para dar gracias, para glorificar su triunfo de la muerte, por su sacrificio, por estar siempre con nosotros, vivo y esperando que compartamos con Él todos nuestros logros, desde lo más pequeño, hasta lo más grande.
Hagamos del 2014, un año diferente, un año con mucha bondad, positivismo, y como dice el Santo Padre, con creatividad.
Jesús es Misericordia y Providencia. Jesús es AMOR.
¡Feliz año nuevo!
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