martes, 10 de junio de 2014

El apostolado es algo natural.

A todos nos ha sucedido alguna vez que, al asistir a un espectáculo muy bueno o ir de viaje a un lugar hermoso —o al conocer y platicar con alguien famoso—, inmediatamente surgen en nosotros deseos de platicárselo a los amigos, de compartir esa experiencia con aquellos que queremos.
Cuando estás emocionado con algo, quieres hablar de ello todo el día y con todas las personas que te encuentres. En eso consiste el apostolado: hablar de ese tesoro que has encontrado, de ese camino a la verdadera felicidad que has descubierto.
El apostolado es una señal de amistad. Sería muy egoísta guardarte el secreto para ti solo dejando que tus amigos se vayan por rutas incorrectas. Hacer apostolado significa compartir, significa guiar, significa iluminar a todos los que te rodean para que todos lleguen a su fin, que es Dios.
Sin embargo, tal vez en este momento te hagas una pregunta: ¿de qué manera puedo asumir mi llamado al apostolado?
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Papa Francisco
Hay diversos tipos de apostolado
 El apostolado del testimonio: consiste en actuar siempre bien, en privado y en público; en convencer a los demás del camino a seguir, caminando tú primero. Que al verte feliz y realizado los demás deseen seguirte e imitarte. Un buen líder, va guiando a los demás con su testimonio de vida. Es el ejemplo a seguir, es inspirar. No es fácil para cualquiera ser testimonio porque hay que estar atento de no tropezar; pero también es el más grande apostolado porque el efecto es grande. Papa Francisco está inspirando al mundo con su vivo ejemplo de este apostolado.
• El apostolado de la palabra: consiste en hablar de lo que has descubierto. Puedes realizarlo escribiendo libros, dando conferencias o en pláticas informales, durante un rato de convivencia o en la comida, en donde compartas con los demás tus experiencias y tus conocimientos sobre el camino a la felicidad. A quien le gusta platicar,  describir, contar, es un buen apostolado para alguien extrovertido, apoyar relatando los conocimientos adquiridos. Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores, más conocido como Dominicos fue el predicador por excelencia, llevando la palabra de Dios a muchos rincones, logrando tener hasta ahora 6,800 Padres Dominicos en el mundo.
Dominico de Guzmán
Dominico de Guzmán
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Santa Madre Teresa de Calcuta
 El apostolado de la acción: consiste en organizar, dirigir o colaborar en alguna obra o acción específica de ayuda a los demás. Esto se puede realizar a través de la acción social, las misiones o cualquier otra acción que dé a conocer a Dios a los demás. Es un apostolado de mucho beneficio y de bien social;es el que determina la buena obra y con resultados de satisfacción y/o emoción espiritual en el momento. Santa Madre Teresa de Calcuta es un gran ejemplo de este apostolado.
• El apostolado de la oración y el sacrificio: consiste en orar, rezar y sacrificarse por los demás. Muchas veces te encontrarás con personas a las que es imposible convencer mediante las palabras o el testimonio. Con ellas, necesitas más que nunca el poder de Dios, recurrir a Él y pedirle su ayuda. Es un apostolado de mucha fe, porque sin fe, la oración no da frutos. De este apostolado Santa Teresita del Niño Jesús se valió para lograr su Santidad.
Santa Teresita del Niño Jesús (Teresita de Lisieux)
Santa Teresita del Niño Jesús (Teresita de Lisieux)
En cierta ocasión los discípulos de Jesús llegaron con Él muy desanimados por no poder sacar un demonio, y Cristo les contestó: "Ese tipo de demonios sólo pueden expulsarse con la oración y el sacrificio".
(Mt. 17, 21)
San Padre Pío de Pietrelcina es el perfecto ejemplo de haber tenido todos los apostolados juntos.  Fue un gran apóstol de testimonio, palabra, acción, oración y sacrificio. Su vida entera reflejo lo que predicaba con sus actos, obediente de primera, líder indiscutible; sus predicas, sus misas y en el confesionario trasformaba vidas. Ayudo a los enfermos construyendo y dirigiendo el hospital de su pueblo - Hospital que todavía existe y funciona- ; sus oraciones incesantes y su gran sacrificio de vivir con las estigmas recalcan su gran sacrificio por amor a Dios y por el mundo entero.
Santo Padre Pío de Pietrelcina
Santo Padre Pío de Pietrelcina

viernes, 6 de junio de 2014

Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre.

Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre.
Autor: Ma Esther De Ariño | Fuente: Catholic.net
Vengo ante ti, la Capilla está vacía y en este silencio y soledad encuentro el momento propicio para hablar un rato contigo... podemos hablar de muchas cosas.... y traigo en el alma tantas penas, tantas preocupaciones, tantos desvelos, todos encerrados en mi "pequeño mundo", pero no. Hoy no te voy a hablar de mi, tu me conoces, tu lo sabes todo, Señor..
Hoy voy a hablar contigo de Ella, de tu Madre, de mi Madre, porque tu me la diste, me la entregaste desde la Cruz donde ya estabas a punto de morir.
Los brazos de María son los primeros que te arroparon allá, en una noche fría pero la más bella y buena de todas las noches y así empezaste a conocer lo que es el amor y el calor de una madre. Después atravesaste montañas y pueblos, siempre arropado en los brazos de una mujer, tu madre, que con el corazón de latir asustado, huía a otras tierras para proteger tu vida.
Tiempo después la vuelta y la vida tranquila, sencilla y humilde en la aldea de Nazaret... ¿Te acuerdas, Jesús del pozo donde la acompañabas a buscar el agua? ¿Te acuerdas de sus risas, de la mirada de sus ojos dulces y hermosos, desbordada de amor e infinita ternura?...¡Qué bonitos días, cuánta paz, cuánto amor!.
Tu crecías.... te estabas convirtiendo en un jovencito y Ella siempre a tu lado. Fuiste con tu "padre" y Ella a Jerusalén, entraste en el Templo y por aquel "misterioso mandato" te quedaste a participar en las discusiones de los grandes pensadores... y te dolía el corazón porque sabías del dolor de "esos dos seres" tan amados al vivir la zozobra de tu ausencia.... pero es que ya estabas empezando a cumplir tu misión...
Después volviste con "ellos" y ¡qué años tan inolvidables y hermosos! ¡Qué unión, qué felicidad, qué hogar tan pleno de armonía y de amor!. Cuántas veces la mirarías en el quehacer de las labores en la humilde casa, a la hora de estar reunidos en la comida, en la oración, desbordándose tu amor de hijo en aquella dulce y tierna mujer, sencilla pero con dignidad de reina, alegre y dispuesta... ¡cuánto te quería, cuánto la amabas... ¿Te acuerdas Jesús? Y un día la viste llorar... José, "tu padre" había muerto, Ella lo amaba mucho y lloraba...y tus brazos la rodearon y Ella apoyando su cabeza en tu pecho encontró, a pesar de su dolor, la paz.
El tiempo pasó y llegó el día...Día en que habías de "saber decir adiós" y tenías un nudo en la garganta pero la viste a Ella con el brillo de las lágrimas en los ojos, pero serena, otra vez "el fiat" en su corazón, esclava a la voluntad de Dios, pero con la dignidad de reina y señora despedirte con el más fuerte y amoroso de los abrazos, de unos brazos que tal vez no te volverían a envolver y apretar contra su corazón hasta que te entregaran en ellos después de bajarte de la cruz...¡qué despedida, Jesús, qué despedida!. Así los dos nos enseñasteis a "saber decir adiós."
Seguro que alguna vez regresaste para verla y estar con Ella pero... tu Misión había comenzado y ya no "eras suyo".
Después tu subiste al Calvario y Ella lo subió contigo para estar al pie de la cruz. ¡Jesús, si habías tenido todos los más crueles sufrimientos que un hombre puede tener, creo que ninguno pudo atormentar tu corazón como el volverla a ver en aquellos momentos! y nos la diste por Madre para que sus brazos, ya sin ti, pudieran abrazar a toda la Humanidad y en ella, a mí!. ¡Gracias, Jesús!.
¡Aleluya, Aleluya!. Otra vez Tu y Ella abrazados. ¡Madre querida, aquí estoy, he resucitado! ¿Te acuerdas, Jesús?. ¡No hubo una mañana más hermosa para Ti y para Ella!.
Y después el tiempo pasó...y un día, un día muy especial, Ella subió al cielo para estar contigo, con San José, con los Santos y los ángeles en la infinita y gloriosa presencia de Dios.
Jesús, hemos hecho un pequeño recuerdo de esa gran mujer, ejemplo de todas las madres del mundo: Estrella de la mañana, Reina de los ángeles, Virgen fiel, Virgen misericordiosa, Puerta del Cielo, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Reina de la Paz....
Señor, Jesús, gracias porque tu Madre es mi Madre.
Santa María, ruega por nosotros, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
En algunos países ya pasamos el mes de las madres, pero es digno de seguir celebrándolas y dedicárselas a las que partieron y nos siguen amando desde el Cielo y las que todavía están con nosotros sabemos que no hay un amor como ese amor, que es el que más se asemeja al de nuestro Padre Dios, pues lo da todo sin pedir nada a cambio, tal vez, si, una sola cosa, al igual que el Señor..... ¡que las amemos!.

lunes, 2 de junio de 2014

Oración para implorar los dones del Espíritu Santo

Estamos a unos días para celebrar Pentecostés. Preparemonos para recibir al Espíritu Santo.

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1. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la SABIDURÍA, que dándonos a conocer la verdadera dicha, nos separe de las cosas del mundo y nos haga gustar y amar los bienes celestiales.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Amén.

2. Venid, os Espíritu Santo, y concedednos el don del ENTENDIMIENTO, para que más fácilmente conozcamos y penetremos las verdades y misterios de nuestra Santa Religión.

Gloria al Padre...

3. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don del CONSEJO, que nos haga elegir en todo momento lo que contribuya más a la gloria de Dios y a nuestra propia santificación.

Gloria al Padre...

4. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la FORTALEZA, que haciéndonos superar todos los obstáculos que se oponen a nuestra salvación, nos una tan íntimamente a Dios nuestro Señor que nada, ni nadie, pueda separarnos de Él.

Gloria al Padre...

5. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la CIENCIA, que nos dé el perfecto conocimiento de Dios y de nosotros mismos y de los medios que debemos poner en práctica y los peligros que debemos evitar para llegar al cielo.

Gloria al Padre...

6. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don de la PIEDAD, que nos conduzca a cumplir con facilidad todo lo que sea del servicio de Dios y nos haga encontrar siempre dulce y ligero el yugo del Señor.

Gloria al Padre...

7. Venid, oh Espíritu Santo, y concedednos el don del TEMOR DE DIOS, que nos haga evitar con el mayor cuidado en todos los instantes de nuestra vida, todo lo que pueda desagradar a nuestro Padre Celestial.

Gloria al Padre...

Venid, oh Santo Espíritu Consolador, Padre de los pobres, dulce Esposo y suave refrigerio de las almas; venid y enriquecednos con las misericordias de vuestros siete dones, y danos con ellos vuestros preciosos frutos, a fin de que con vuestra divina asistencia guardemos puro nuestro corazón en la tierra y merezcamos después ver a Dios eternamente en el cielo. Así os lo pedimos por Cristo Señor nuestro que con Vos y el Eterno Padre vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Espíritu Santo