viernes, 29 de noviembre de 2013

30 PRINCIPALES IDEAS DE LA EXHORTACIÓN DEL PAPA FRANCISCO


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Sobre el “Gozo del Evangelio”
Estos son las 30 principales ideas que ofrece el Santo Padre en la Evangelii Gaudium:

1. El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

2. Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.

3. Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.

4. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?

5. Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización».

6. La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.

7. Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad..

8. Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.

9. En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida.

10. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. También a los sacerdotes el Papa pide que preparen bien sus predicaciones con “una idea, un sentimiento y una imagen”, con lenguaje inteligibles para nuestros fieles que escuchan y no con lenguaje académico y teológico, que muchos no entienden.

11. La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.

12. Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepciones. Pero ¿a quiénes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que «no tienen con qué recompensarte» (Lc 14,14). No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio», y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.

13. Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.

14. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.

15. Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad.

16. El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares. La acción pastoral debe mostrar mejor todavía que la relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales. Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos «mutuamente a llevar las cargas» (Ga 6,2).

17. Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.

18. La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia, y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega. Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás.

19. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo.

20. El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual.

21. Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro. Si no encuentran en la Iglesia una espiritualidad que los sane, los libere, los llene de vida y de paz al mismo tiempo que los convoque a la comunión solidaria y a la fecundidad misionera, terminarán engañados por propuestas que no humanizan ni dan gloria a Dios.

22. La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. Es lo que el Señor reprochaba a los fariseos: «¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios?» (Jn 5,44).

23. Esta oscura mundanidad se manifiesta en muchas actitudes aparentemente opuestas pero con la misma pretensión de «dominar el espacio de la Iglesia». En algunos hay un cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. En otros, la misma mundanidad espiritual se esconde detrás de una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial. También puede traducirse en diversas formas de mostrarse a sí mismo en una densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones. O bien se despliega en un funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como organización.

24. La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.

25. Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder.

26. Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe –que nunca es cómoda e individualista– siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra.

27. Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga «su primera misericordia». Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo» (Flp 2,5).

28. Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda.

29. Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. (…) Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o «modernizaciones».

 30. A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.-

miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Qué te hace falta para ser feliz?

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Antes de contestar esta pregunta, quisiera que te hagas primero otra pregunta y si es necesario, haz una lista. ¿Qué te hace feliz ahorita?

Al haberte contestado y revisado tu respuesta ahora pregúntate, ¿Qué te hace falta para ser feliz? Si es necesario, haz una lista también.

Ahora revisa ambas listas y mira si estas cosas que “te hacen feliz” o “lo que te falta para ser feliz” son externas a ti. Por ejemplo: tener empleo, no tener deudas, una casa más grande, poder estudiar, etc.
 
Si la mayoría de tus respuestas son externas o si todas son externas, será difícil que encuentres la felicidad. ¿Por qué? Porque  el centro de tu vida no es Dios y cuando sacamos a Dios de nuestras vidas, te vas olvidando de lo que de verdad vale y da felicidad. Tus prioridades cambian y estás más cerca del pecado.

La felicidad debe de salir dentro de ti y no venir de afuera. Todo lo que viene de afuera es efímero, tiene un limite porque una vez lo logras, después quieres más y sigues buscando esa felicidad que nada llena. Hay un vacío interno.

Es como la historia del Joven rico que habla con  Jesús (San Mateo 19:16-24) El quería obtener vida eterna y cumplía todos los mandamientos, pero había algo que lo ataba al mundo y no le permitía sentir esa felicidad de obtener vida eterna. Y era porque su centro de vida eran sus riquezas. No tiene nada de malo, ser rico, lo malo es hacer al dinero el centro de tu vida. Jamás tendrás paz, mucho menos felicidad.

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photo copy 2Si eres soltera, quieres un novio y casarte; si eres gorda, quieres ser flaca; si eres bajo, quieres ser alto; si eres pobre, quieres ser rico; si careces de salud, quieres estar sano; si tienes un trabajo, quieres otro…y así vamos caminando en la vida, buscando la felicidad afuera.

Pero, ¿Qué pasa si buscas la felicidad dentro de ti? ¿Cuándo Dios vive en ti? Nada te puede quitar la paz y con la paz viene la felicidad. Esa felicidad que no se acaba.
Fuimos creados para ser felices, para amar, viviendo en comunidad; no solos, ni apartados del mundo.

No debemos de confundirnos pensando que al tener esa felicidad interior, la vida deja de ser difícil y dejemos de tener problemas. No, eso siempre estará, pero cuando uno es feliz de verdad, los problemas se llevan con paz.
Se puede ser feliz cumpliendo el 1er mandamiento de Dios que es Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a ti mismo (Que es lo que nos dejo Jesús)
Lo podemos lograr siguiendo tres pasos:
  1. Amar a Dios: TIENE que ser el centro de nuestras vidas, de ahí parte todo lo demás. Dejarnos guiar por el Espíritu Santo, solo Él nos puede motivar. Hay que incluir a Dios dentro de nuestras familias, consultar con Él todas nuestras inquietudes y decisiones.
     2. Amarte a ti mismo: hay que saber respetarse primero uno para respetar a los demás.   Valorarte,
         aceptarte como eres (físico y forma de ser). Saber y entender que Dios, siempre está contigo.

     3. Amar al prójimo: aprender a vivir con los demás, coexistir, tolerar. No somos seres
         individuales, estamos hechos para vivir en comunión. Aprender amar sin condición.

Recuerda, la felicidad debe de venir de adentro hacia fuera, repartirlo y compartirlo.

Tratemos de buscar esa felicidad cada día, no permitamos que el pecado nos aleje de esa felicidad que nos merecemos.  El pecado viene de todos los tamaños y colores cuando se trata de vivir en el mundo y a veces la infelicidad se ve más atractiva que la propia felicidad. Yo lo acabo de entender, por eso se los comparto  y les dejo la tarea de que busquen esa felicidad que se merecen.

Yo lo quiero ponerlo en practica ya, porque nunca es tarde para ser feliz y no perdamos el tiempo buscándolo en el mundo.

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lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Cómo comenzar a orar?

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A mi cuando me dicen que la oración es fuerte y potente, lo creo, porque lo he vivido.
No es lo mismo decirle a una persona en pena, que ore y que tenga fe si no cree.
O no quiere creer.

Cuesta tener la mente abierta a entender que si existe Dios y que si actúa en nuestras vidas, hasta donde uno le permite cuando no lo vives.

Yo no comencé este blog, sin la inspiración del Espíritu Santo. El me ha ido guiando y me va dirigiendo. No puedo escribir de algo que no se y menos haber vivido. Conocimiento es muy poco el que tengo, a penas estoy “tratado” de tener crecimiento espiritual y me cuesta porque el día a día me come y me obstaculiza el camino.

Pero ¿Qué pasa, si yo ato a los pies de Jesús todo lo que me aleja de Él? Si lo pido con fe, claro que si lo alejará. Ya aprendí en 14 años que lo que se pide con fe se cumple y lo que se pide en cadena de oración o en comunidad, también.

Hagamos el ejercicio con una persona sin fe. ¿Qué tendría que hacer para comenzar a creer?
Primero dar el primer paso de orar. Simplemente orar, hacerlo constante, continuo. Darse la oportunidad de querer creer.

Buscar un momento de soledad, un espacio de concentración. Puede ser al bañarse, antes de dormir, al levantarte, en el carro, etc.

Busca un espacio para ti, cinco minutos son suficiente, pero claro entre más tiempo le dedicas, más profunda puede ser tu oración. Jesús no quiere oraciones elaboradas, ni complicadas. Puedes comenzar con alabarlo, ensalzarlo,  luego dale gracias por lo que quieras y termina pidiéndole lo que necesitas (no lo que quieres).

Un buen ejemplo de oración para un “principiante” es la alabanza.

No confundamos la oración con el rezo. Rezar es importante, pero no es tu conversación con Dios. Orar es conversar, es tener ese momento de conexión. Pero no olvidemos que orar es de dos vías. No solo se trata de hablar si no escuchar también.

Cómo comenté al inicio, orar en grupo o en cadena también es una manera excelente de comenzar. Pedir apoyo. Esto es más efectivo para alguien que le cuesta creer, pues al ver una comunidad o un grupo de personas unidas en oración es más fácil y efectivo ver resultados favorables. A veces lo que cuesta para comenzar este tipo de oración es pedir la ayuda, encomendar una oración a otros.
Una vez, comienzas a orar, puedes apoyarte con pasajes de la Biblia. Hacerlo en el Santísimo. Rezar el Santo Rosario (recuerda que aquí pones tus intenciones y meditas. Es una combinación de oración y rezo).

La oración eleva el alma al cielo. Tocas tu más intimo yo y te entregas de una manera que te relaja y tranquiliza. Nunca terminaras una buena oración sin sentirte mejor.

Puede ser relajante e inspirante, y así poco a poco te irás llenando y abriéndole la puerta al Espíritu Santo para que actúe en tu vida y en tu entorno.

Poco a poco irás creyendo y te irás enamorando de tener ese contacto con Jesús que no querrás dejar de hacerlo, se convierte en una necesidad. Ese contacto diario con Él te hará sentir, creer y vivir.
Es importante dar el primer paso, darse uno la oportunidad de creer. Lo bueno, de tratar es que no hay consecuencias negativas, no hay perdida de tiempo, no hay efectos secundarios. Es más que nada elevar tu vida interior a otro nivel de seguridad, de paz de que sabes que hay un Dios cuidándote siempre que se lo permitas. Prueba y llámalo ya.

Ve a orar…es el camino seguro a la fe.
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